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Son la cuarta y quinta entrega de la saga de
True blood, en los cuales se inspira la serie de TV, a veces para mejor, a veces para peor, pero siempre dentro del entretenimiento. El cuarto (
Muerto para el mundo) es mejor que el quinto (
Más muerto que nunca), porque aunque entren más "sobs" (brujos, wiccanos y demás especies paranormales) la amnesia del vampiro vikingo de dos metros desorientado por Luisiana no se paga con nada. Consiguen lo que pretenden, enganchar y entretener, con los ingredientes (en esto no ha modificado nada la Sra Harris) que le funcionan: sexo, humor y colmillos sobre unas tramas pseudo-policíacas bastante flojas que aguantan el tinglado con éxito.
Recomendación: para quienes pasaron un buen rato con los tres anteriores (Muerto hasta el anochecer, Vivir y morir en Dallas y El club de los muertos, ver reseña de julio de 2009)
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